martes, 18 de septiembre de 2007

Odio cuando los amigos que uno quiso tener para toda la vida, de repente, deciden irse.

Tengo una amiga que fue mi compañera de aventuras durante todo el secundario. La primera persona que entendía cuando hablaba con palabras difíciles, que se horrorizaba con los errores de ortografía y con la que se podía hablar de algo filosófico. Para mí fue un cambio increíble de lo que venía viviendo: nenas putas que cogían a los 14 (ahora será común, a mí me sigue pareciendo demasiado pronto), gente que escuchaba cumbia y nada más, personas que a pesar de estar grandecitas ya, te cargaban por boludeces. Gente forra, digamos.
Y su amistad logró algo que más tarde siguió evolucionando, pero que empezó con ella: un destello de normalidad.
Fue la primer amiga que tuve que de veras le creí cuando dijo que me quería y que mi amistad le importaba.
Ahora ya sé que no. Que la vida nos depara siempre cosas distintas, y que cada uno va armando un camino como puede, con quienes puede. Y a veces se es más feliz, o más triste, mejor acompañado o peor acompañado, solo. Y siempre con una nostalgia dulce en el pecho por quienes se ha dejado atrás, y no se puede volver a buscar.

No hay comentarios: